viernes, 14 de diciembre de 2012



Empecé a quererle de una manera sencilla, poco a poco, como verdaderamente ocurren las cosas que tienen importancia. Primero me hizo gracia un gesto, luego me llamó la atención una palabra, después un pequeño roce... Así me fui enamorando sin darme cuenta.
Una noche le dije que le quería, pero él no estaba por la labor de quererme. Yo insistí porque sentí que sin él no existía nada y me propuse conquistarlo palmo a palmo, beso a beso. Me lo fui ganando poquito a poco, roce a roce y él, al final, se enamoró de mí, quizás por insistencia, quizás por aburrimiento.

Una noche en su habitación dejamos atrás el pasado y empezamos a querernos; aquella noche descubrí que el amor no es futuro sino presente. Fue aquella noche cuando él me contó que nunca nadie le había querido, y yo quise quererle como nadie lo había hecho. 
Tiempo después, cuando el me quiso, descubrí que hasta aquel momento a mi tampoco me habían querido.

De él he aprendido que el amor se renueva, que la vida se renueva, que el amor no se mide por tiempo sino por presencia, que una vez, por una vez, hice algo bien y ese bien fue sentir que sin él no existía nada.

El otro día decía que cuando todos se hayan ido siempre quedará él y es verdad. Algún día, cuando todos hayan marchado, la música seguirá sonando y sólo quedaremos él y yo, quizás será porque es lo único en mi vida que he hecho de forma sencilla.


5 comentarios:

Blogger Template by Clairvo