Empecé a escribir cuando tenía catorce años: Un día en clase
de literatura la profesora nos pidió que preparásemos para el día siguiente una
descripción sobre lo que quisiésemos, yo escribí un poema describiendo a mi
abuelo que hacía poco que había fallecido. Al acabar de leer el poema en clase
frente a mis compañeros, la chica, que por aquel entonces me gustaba, se
levantó y se puso a aplaudir. Pensé que quizás no era el que mejor escribía del
mundo, pero que podía sacar algo con ello.
Ayer por la tarde, mientras daba un paseo por el centro, me
encontré cara a cara con aquella chica y, no me pregunten por qué, pero algo
dentro de mí me llevó a contarle que gracias a ella empecé a escribir. Ella,
que iba con su marido y sus dos niños, me miró casi con lágrimas en los ojos y
me dijo que cuando se levantó para aplaudir aquel día en clase no fue porque le
gustase el poema, ni yo, sino que lo hizo para darle celos a uno de los chicos
de clase. “Chico que luego se convirtió en mi marido”, me dijo, agarrándole
el brazo a aquel hombre alto con el que paseaba ayer por las calles de
Barcelona.
Llevo diecinueve años siendo un cuentista; diecinueve años
contando historias, manipulando la realidad a mi antojo, distorsionando la
verdad. Ayer, quieto y sin saber que
decir, vi alejarse poco a poco a mis compañeros de clase y fue, en aquel
momento, cuando me di cuenta que aquella chica bonita no me había enseñado a
escribir.
Se perdieron entre la gente que caminaba ayer tarde por
Paseo de Gracia y yo, quieto como un pasmarote, no puede hacer otra cosa más
que aplaudir y sonreír, al fin y al cabo fue ella quien hace diecinueve años me
enseñó a mentir.
Me encanta, eres increíble!
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