Se miraron un par de veces en el gimnasio; primero de forma
causal, luego sosteniendo un segundo la mirada, después sonriéndose con los
ojos. Sin decirse nada se lo dijeron todo.
La casualidad les junto en el vestuario, entre otros cuerpos
sudorosos, desnudándose como nunca lo habían hecho.
El agua de la ducha caía fría, pero ellos no lo notaron, por
dentro les ardía el deseo y la ansiedad, la urgencia y la necesidad, pero
estaban demasiado acompañados. Una mirada aquí, una sonrisa allá, una ducha que
se alarga más de lo normal buscando una ansiada soledad y, por fin, el último
de los no invitados abandona la ducha comunitaria. El pulso va a cien, el
miedo a que les puedan ver, el ansia del roce en la piel. En una salida fugaz
hacia el vestuario sus labios se rozan un segundo, lo justo para que el mundo
deje de importar. Luego salen, se visten y se van, les esperan en casas sus
mujeres. La vuelta a la realidad.
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